Todo se graba. Todo se transcribe. Todo se documenta. Cada vez hay más asistentes virtuales en las reuniones y menos personas realmente presentes. Cada vez más IA “tomando nota”, y cada vez menos atención, menos conexión, menos sabor.

Nos dijeron que la IA nos ahorraría tiempo, y así es, pero lo que parece estar ahorrando con más eficacia es nuestra capacidad de estar atentos.
Nos llenamos de herramientas para no tener que escuchar, para no tener que recordar, para no tener que estar. Todo se guarda, por si acaso. Y en ese “por si acaso” se nos va la energía, se nos escapa el ahora, se diluye el cariño.
Notas que nadie leerá. Grabaciones que nadie verá. Decisiones sin conversación ni debate. Reuniones sin reunión. Sin darnos cuenta, hemos convertido los espacios compartidos en registros sin alma. Momentos planos que no se viven, solo se almacenan.
¿Dónde quedó el gesto? ¿Quién anota la risa? ¿Dónde se guarda el ambiente?
Una comunidad o un equipo no es un Excel de contactos ni un archivo de vídeo.
Es un café, una idea compartida, una discrepancia con cariño, un chascarrillo que no cabe en una transcripción.
Es como el fuego en una lareira: bien encendida, reúne. Mal gestionada: ahuma, quema.
Hemos confundido automatizar procesos con automatizar lo real, lo tangible, lo necesario. Y no es lo mismo.
La buena IA no sustituye: sostiene. No enfría: amplifica.
No toma decisiones por nosotros: nos ayuda a tomarlas mejor.
Pero cada vez vemos más equipos en piloto automático, delegando el criterio y las ganas en una IA, apagando el debate, perdiendo los matices, los atrevimientos, la esencia de estar juntos.
La IA es un medio, no un fin. No necesita ser tratada como una deidad omnisciente, omnipresente u omnipotente. No es el fuego sagrado de ningún templo, es una herramienta, y como tal, debemos usarla con cabeza y sobre todo con propósito.
Por eso, desde aquí, proponemos otra forma de mirar: una IA transparente y que nos empodere. Una IA que nos libere tiempo, pero no nos robe lo esencial ni la esencia.
Porque lo humano no se automatiza. No se reemplaza. Se potencia, se celebra y se comparte.
Y por eso, juntanzas como La Datolada tendrán, si cabe, cada vez más sentido. Lo que ocurre ese día es posible gracias a los 365 anteriores.
Y aprovechamos para dar las gracias: gracias a quienes, aunque no estén, siguen empujando. Gracias a quienes creen que lo importante no es grabarlo todo, sino vivirlo, compartirlo y celebrarlo, en persona o desde la distancia.
Para vivir algo juntos no hace falta estar en el mismo lugar. Hace falta querer estar. Sentir que merece la pena.
Y por eso nos seguiremos juntando. Con ganas, con risas, con humanidad.
Colaboradores del mes
Mención especial a nuestros Datolistas del mes que han querido contribuir a que nuestra comunidad siga viva de contenidos. Gracias a vosotros esto es posible. David Barajas, lleva años cruzando estrategia y tecnología para que los datos no solo informen, sino que empujen. Javi Rodeiro, es de esos que llegó a la analítica de rebote, pero se quedó para recordar que lo importante no siempre se informa. |
Enlace Newsletter:
Si prefieres leerla tal y como la leyeron nuestros suscritores. No te preocupes, te la dejamos por aquí.